Alejandra Portillo lee con su hija, Sabina, y juega con ella ajedrez y a la cocina. Pocas veces tiene tiempo para hacerlo porque —como jefa de familia— debe dedicar muchas horas al trabajo que realiza desde su propia casa.
Ambas integran una familia monoparental, donde el jefe es un hombre o una mujer, pero en su caso el varón no existe.
Datos de la asociación civil Iniciativa Ciudadana y Desarrollo Social (Incide Social), muestran que mientras en 1990 los hogares monoparentales del DF, jefaturados por papá o mamá con hijos, representaban al 11.5% del total, para 2005 ya eran el 12.4%. De ese último, el 85.4% correspondía a mujeres.
Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), 31 de cada 100 hogares del DF están a cargo de mujeres.
Aunque está en casa y comparte con su hija actividades propias de su trabajo, como historiadora, el que Alejandra pase muchas horas en la elaboración de libros de texto hace que su pequeña sea independiente.
De acuerdo con la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT) 2009, las jefas de familia dedican en promedio 9.3 horas a la semana a la limpieza de la casa y 22.9 al cuidado de los niños, mientras que los jefes destinan menor tiempo.
Alejandra no buscó ser madre sola, las circunstancias la llevaron a convertirse en la figura fuerte de la casa, cuando se supo embarazada y tomó la decisión de tener a su pequeña, aun sin el apoyo del padre.
Hasta 1990 el número de hogares encabezados por mujeres en el DF —con o sin pareja— representan al 21.6% del total; para 2005 ya eran el 28.9% y para 2010 el 31%.
A pesar de las dificultades, Alejandra reconoce no haber tenido ninguna experiencia tan intensa y gratificante como la de ser madre.
Ella y su pequeña, de 9 años, viven en la delegación Benito Juárez y el suyo es parte de los dos millones 292 mil 69 hogares que hay en la capital mexicana.
Guadalupe Ordaz, coordinadora de Proyectos de Incide Social, asegura que las familias monoparentales, como la de Alejandra y Sabina, cada vez son más comunes.
Alejandra ha tenido que explicar a su pequeña que su familia es diferente, que carece de la figura masculina y que no es la única así, pero reconoce que cuando ambas caminan por la calle y ven a un padre jugar con sus hijos se duelen o lloran.
Sabina admite que a pesar de estar con su mamá, en ocasiones se siente sola y quisiera tener a su padre.
Sin embargo, ha aprendido a vivir así y ha establecido relaciones de hermandad con sus primos.
Alrededor de ellas hay una red de amigos que les sirve de apoyo en necesidad, tanto económica como de cuidado y protección.
Sabina dice que su mamá es buena onda y Alejandra se ha preocupado por educarla con principios de equidad e independencia.
A sus 43 años, ha pensado en establecer una relación seria con un hombre, pero no se han dado las cosas y “también hay que escoger con cuidado porque el que me quiera a mí, tiene que quererla a ella”.
Julia del Carmen Chávez Carapia, investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, explica que las crisis social e ideológica han dado lugar a nuevas formas de familia, como la monoparental, en donde uno de los padres se convierte en jefe del hogar.
Ordaz coincide en que a partir de los años 80 comenzaron a darse cambios radicales en la composición de las familias en el DF por la crisis y la reducción de presupuesto gubernamental en el sistema de protección social, que obligó a las mujeres a buscar los recursos necesarios para el pago de servicios educativos y de salud en el ámbito privado.