*En tiempos de Francisco se ministró ceniza entre aguacates, tacos de tripa y lencería barata… Frente al acceso principal hacia Metro Pantitlán…
En tiempos de Francisco se ministró ceniza entre aguacates, tacos de tripa y lencería barata… Frente al acceso principal hacia Metro Pantitlán, a un kilómetro del primer punto que pisará el Papa en suelo mexicano, se escuchó el crujir del suadero, notas de cantina y voces de fervor.
-Polvo eres y en polvo volverás – era el susurro del sacerdote anglicano Arturo Eduardo Carrasco mientras signaba la cruz con un corcho de manufactura doméstica, ataviado con una sotana negra que, según él, aleja el mal y absorbe el bien. En una pequeña urna colocó la ceniza ambulante, remanente de la quema de diversos artículos religiosos: libros, vestiduras, ornamentos…
Los fieles olvidaron un instante el trajín del transporte, apretujones y asfixias, para inclinar el rostro, recibir la señal y alimentar su esperanza a unas horas del arribo de Bergoglio, aunque casi nadie lo conoce así: lo llamaban el Santo Padre con un toque de misticismo e imaginaban ya sus pasos y bendiciones sobre las gélidas calles de la ciudad.
Mil 200 viajeros tomaron ceniza ayer donde huele a plátano morado y aceite rezagado, donde las mujeres se untan el maquillaje a prisa y los hombres alistan el último nudo del viejo corbatín, donde los desempleados buscan ayuda divina y los ruteros vociferan destinos miserables: «¡Súbale, súbate: Calle 7, La Perla, Sor Juana, Avenida Neza»…
AGUARDIENTE. – ¿Qué significa la ceniza? -se preguntó a Carrasco.
-A los cristianos nos marca el inicio de la cuaresma, el periodo de reflexión rumbo a la Semana Santa y nos recuerda que somos pasajeros en la vida. También nos remonta a los 40 días que Jesús pasó en ayuno y oración antes de ejercer su ministerio público.
-¿Ypor qué en el Metro?
-Para que todos los creyentes que trabajan, estudian o andan en tránsito pueden cumplir con este ministerio.
-¿Y todas las personas conocen su significado?
-La mayoría no, por eso se les regala un devocional, para que alivien esas lagunas y hagan su oración en los andenes o vagones… La ceniza tiene un influjo prehispánico, porque en aquellos tiempos cuando la gente nacía se esparcía ceniza en su jacal y cuando moría se pintaba una cruz con los cuatro brazos iguales.
-¿Adquiere este miércoles de ceniza un tono especial por la cercanía de la visita papal?
-La gente anda más sensible. El tema está en el ambiente y hasta los no practicantes se quieren ponerla cruz…
Antes de cualquier liturgia, doña Josefina Valdez, de 69 años, visitó el puesto aledaño de películas y vídeos piratas,
-¿Cuál le pruebo? -preguntó el mercachifle.
-Quiero música que mueva el corazón -sugirió la mujer. La grabadora replicó entonces con estruendo el disco: «Lo mejor desde la cantina». Y los acordes aguardientosos acompañaron el ritual cenizo de la anciana y demás descarriados.
«Polvo eres y a polvo volverás», repetía el clérigo a cada tatuaje oscuro. Ahí estaban, formados para la cruz, el organillero sin órgano y el frutero sin sandías, viudas y vírgenes, choferes de microbús y vendedores de morelianas como José Luis Moreno, un joven originario de Janitzio -Michoacán- que antes de partir hacia La Nopalera, donde vende dulces desde hace tres años, se reclinó frente a la urna de polvo:
-La ceniza da suerte y protege, eso me enseñó la gente de mi pueblo y hay que estar listos pa’ cuando llegue el Papa.
-¿Qué esperas de su visita?
-Que nos vaya mejor, que haya menos maldad…
Se inclinó también un borracho arrepentido, quien pidió ayuda sacerdotal para rubricar en una estampita de San Judas Tadeo el nuevo juramento: dos años sin alcohol.
Un trajeado intachable que luego se supo era ministerio público.
«Padre: quiero recibir ceniza, pero apenas voy hacia el trabajo, como que no va una cruz en la frente».
-¿Qué tal en la coronilla?
-Mucho mejor…
Una mujer regordeta que tras el acto solemne se deleitó en un puesto cercano de pantaletas y sujetadores. Copa grande, copa extra, copa D.
Y un grupo de preparatorianos que se entregó sin remiendos al miércoles de fe. Todos, menos uno.
¿Y usted por qué no quieta tomar ceniza? – preguntó el sacerdote al joven esquivo.
-Por que soy devoto a la Santa Muerte.
Era un pedazo de pueblo en el metro Pantitlán, donde se derramó ceniza entre garnachas y zapotes negros, entre bisutería de a peso y calzoncillos bombachos. Cómo rehuir la cruz, cómo negarla, si ya viene Francisco: «Pancho de mi corazón»…