La fila para abordar el vuelo 231 de Interjet a Monterrey se detuvo abruptamente. Pasaron cinco minutos. En el gusano, los pasajeros comenzaron a murmurar y a impacientarse. El vuelo se iba a retrasar. Podían escucharse los chiflidos y reclamos. “¿Qué pasa?”, “¡Avancen!”, “¡Vámonos!”.
El origen del problema se hallaba a la entrada del avión. Una empleada de la aerolínea discutía con un hombre en silla de ruedas, al que señalaba con el dedo: “Entienda, le digo que no puede subirse”. Era un momento tenso, acentuado por la creciente molestia de los viajeros.
Pero por más que se le explicara, para Raúl Zepeda no era comprensible lo que se le estaba diciendo. Está acostumbrado a viajar: es un ejecutivo de una firma transnacional y se traslada de forma constante a distintos puntos del país, generalmente por vía aérea. Por eso, el día en el que empleados de Interjet le interceptaron a punto de abordar un vuelo para negarle el acceso al avión, no pudo creerlo.
“¿Me está diciendo que no me puedo subir porque tengo una discapacidad?”, preguntó Zepeda, de 31 años de edad. Padece de distrofia muscular de Becker, una extraña enfermedad originada de una alteración genética que afecta a sólo 3 de cada 100 mil personas. Su afección le ha consumido los músculos de las piernas y le mantiene postrado en una silla de ruedas desde los 15 años, pero no le limita a actividades como manejar, trabajar o desplazarse a la supervisión de campos agrícolas, en los que labora.
La respuesta, otorgada por una empleada identificada sólo como Jeannette, supervisora de la aerolínea, fue enfática: “Sí. Si no trae un acompañante no podemos hacernos responsables de usted. Es política de la empresa. Por su seguridad no podemos dejarlo viajar solo”.
Lo ocurrido el 10 de octubre pasado en el aeropuerto de Guadalajara lo describe el propio Zepeda. “Me dio muchísima pena. Estábamos en medio de la fila y eso nunca me había pasado. Como empecé a discutir, la señorita me dijo que por una ocasión harían una excepción, me harían un favor y me darían el servicio. Fue humillante”.
Al final, pudo abordar el vuelo a Monterrey, donde tenía previsto pedir la mano de su prometida. “Me fui deprimido. Uno piensa que ha superado tantas cosas en la vida y después te hacen esto”, añade.
Su caso no es aislado. Se extiende a otras personas afectadas por distintas discapacidades y forma parte de un fenómeno que involucra prácticamente a todas las aerolíneas en el país, a decir del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
“Esto ha sido históricamente común. En muchos casos se niega el servicio a personas con discapacidad expresamente cuando no van con acompañante por una percepción errónea de que es una persona enferma… que eso pone en riesgo al vuelo y a los pasajeros”, señala Ricardo Bucio, presidente del Conapred. “Prácticamente todas las aerolíneas mexicanas no han hecho adecuaciones necesarias para atender a usuarios con discapacidad”, abunda.
Un incidente similar ocurrió el año pasado a Carlos Ríos, miembro del Comité de Expertos sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU. Personal de Air France en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México le impidió abordar el vuelo por “no haber avisado 24 horas antes”.
Ríos Espinosa llevó su caso al Conapred y la CNDH. Bajo presión pública y oficial, Air France reconoció posteriormente haberse equivocado.
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Raúl Zepeda, cuya familia vive en Monterrey, volvió a Guadalajara el 17 de octubre en el vuelo 230 de Interjet. No tuvo problemas en la salida y fue atendido con cortesía, aunque debió esperar hasta el final para desembarcar, una vez que la basura fue retirada. Pero a su llegada a Jalisco, se topó de nuevo con Jeanette. Le esperaba en el túnel.
“Supuse que me pediría una disculpa”, recuerda Zepeda. “Fue todo lo contrario. Me dijo que había revisado las políticas de la aerolínea ‘con la gente de arriba’ y que, en efecto, una persona con discapacidad no puede viajar sola”. Y le pidió no volver a intentar viajar con Interjet solo. “En otra ocasión, mejor venga acompañado”, recomendó la supervisora a Zepeda sólo en el túnel. Todos ya se habían ido.
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Recibió un correo electrónico fechado el 18 de octubre de 2011 y firmado por Héctor González Weeks, director general de Aeronáutica Civil.
“He leído con detalle lo que le pasó en el vuelo y de inmediato me puse en contacto con el director de la aerolínea para que nos dé una explicación de lo sucedido”, aseguró González. Zepeda había llevado su queja ante la SCT y ésta había exigido a Interjet una respuesta.
A la semana recibió una llamada. Era Jocelyn Mendoza García, jefa del Servicio al Cliente de Interjet.
“Una disculpa. No es la forma en que debe actuar el personal. Lo vamos a solucionar para que no vuelva a suceder”, dijo. Raúl interpretó eso como que ya le permitirían abordar. “¿Entonces ya puedo viajar?”, inquirió. La respuesta: “Este… no. Sí tenemos una política que por su seguridad nos obliga a no dejarle viajar solo. Tiene que ir con un acompañante que lo pueda ayudar”.
Zepeda sostuvo no entender para qué necesita acompañante: vive solo, a mil kilómetros de su familia y hace su vida sin ayuda. Mendoza prometió darle una explicación más detallada después de una reunión de directivos.
A finales de noviembre, Zepeda recibió otra llamada. Era Mendoza: “le tengo buenas noticias… Vamos a hacer una capacitación de personal e incluso a invidentes no les vamos a exigir estar acompañados”.
Sólo había un detalle: la próxima vez que viajara por Interjet, debía avisar con anticipación a Jocelyn.
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Zepeda no envió ningún correo a Jocelyn. Quería ver si en realidad habían cambiado las políticas para todas las personas con discapacidad. El 18 de enero su empresa le pidió viajar a Toluca. Decidió hacerlo por Interjet.
En el mostrador, un asistente le preguntó: “¿Oiga, y viene solo?”. Era el preludio a una nueva negativa a volar. Pero este intercambio no está reconstruido nada más de memoria: quedó registrado en un video tomado de forma oculta, en el que se aprecia el momento justo en el que el empleado de Interjet le advierte que sólo si viaja acompañado.
Sólo porque un joven accedió a ayudarle no perdió el vuelo. “Tuve que esperar 30 minutos a que me dejaran subir al avión”, recuerda Zepeda. “Esto no es por mí. Si dejamos que siga, entonces en el futuro a otros discapacitados nos pedirán ir acompañados a un restaurante, al cine, a un concierto…”.
Aunque inicialmente accedió a dar una opinión sobre esta denuncia, Interjet no respondió a reiteradas peticiones para una entrevista.