* Iniciaron la celebración donde antiguamente se empezó a conmemorar, el atrio de la iglesia y de ahí hasta la plaza principal de San Juan de Abajo.
Por Paty Aguilar
NoticiasPVNayarit
Un éxito resultó la celebración de la primer posada tradicional que se celebra en San Juan de Abajo con la participación de niños y niñas de esta comunidad y un grupo de pequeños danzantes del poblado del Porvenir que junto a los niños de la colonia Atotonilco que caracterizaron el peregrinar de José y María por los rumbos de Belén, arrancaron su desfile del atrio de la Iglesia de San Juan Bautista, como antiguamente se realizaba, hasta la plaza principal donde pidieron posada.
Ahí ya los esperaban más niños y niñas acompañados de sus familias donde fueron bienvenidos José y María y entonces empezó la fiesta. Hubo tamales, atole, pelotas y la exhibición de una película con motivos navideños y de reflexión para los asistentes. Participaron los miembros del Comité de Acción Ciudadana y por supuesto, Gux Espinal y Eric Fabián Medina, que hicieron un gran esfuerzo para rescatar la tradicional posada con el apoyo y respaldo de más voluntarios y del Club de San Juan de Abajo Unidos por Bahía.
Aprovechamos esta celebración para conocer un poco más de la historia de esta conmemoración religiosa que data desde hace muchos siglos, según refiere la literatura al respecto.
De acuerdo con la tradición, estas fiestas -dedicadas a conmemorar el peregrinar de José y María por los rumbos de Belén-, se comenzó a celebrar en México desde tiempos de la Colonia.
Según los relatos tradicionales, el patriarca José, acompañado de su esposa María, caminó desde la ciudad de Nazaret a Belén para cumplir con sus obligaciones fiscales. Nueve días les tomó arribar a su destino. Al llegar, la Virgen estaba a punto de dar a luz a su hijo Jesús. Al ser rechazados en el mesón y en no pocos hogares, tuvieron que refugiarse en un establo que personas bondadosas les habían ofrecido. Este pasaje (conocido ahora como Las Posadas) se conmemora en varios países del mundo católico durante los nueve días anteriores a la Nochebuena.
En un principio, esta fiesta se desarrolló en los atrios de los conjuntos religiosos y después se extendió hacia la vía pública. «Las calles se llenaban entonces de mucha gente que con gran bullicio se formaba en procesiones. Había profusión de luces, tanto desde las ventanas de las casas como con las velas que llevaban cada uno de los participantes. Todos cantaban y bailaban, pero en el momento preciso se arrodillaban y rezaban». De esa manera, lo religioso y lo profano se fusionaron en una original mezcla de devoción y diversión que hizo (desde aquel tiempo) de las posadas mexicanas algo muy bello y único en el mundo.
Para el siglo XIX las posadas se encontraban ya firmemente instaladas en el interior de las casas, pero las concentraciones en las calles y en las iglesias no acabaron. Existen reseñas de aquellos años que describen varios tipos de posadas llevadas a cabo por diferentes grupos sociales como los de la alta aristocracia, quienes celebraban con suntuosidad y sin escatimar en decoración, belleza y variedades de figuras para el nacimiento y fuegos artificiales. Se dice que en aquellos jolgorios había niños vestidos de ángeles que llevaban túnicas de tela metálica con hilos de plata o de oro, penachos de plumas blancas, zapatos de satín blanco, bordados en oro y una profusión de finos diamantes y perlas en cintas para la cabeza, broches y collares.
Por su parte, en las casas de la clase media se solía festejar durante nueve veladas. Los hogares eran adornados con heno, ramas de pino, farolas de papel o vidrio, y se celebraba la posada de manera muy parecida a la actualidad, pero con la diferencia de que en aquel tiempo se tronaban ruidosos cohetes y se rezaba al momento de la entrada de los peregrinos, después de pedir posada.
Desde la mitad del siglo XX, los adornos de faroles se reemplazaron por foquitos de colores y luces eléctricas. Ya no hay músicos vivos y se tocan play list para alegrar la fiesta. En vez de hacer estallar cohetes se distribuyen a los invitados centellantes luces de bengala. Se comenzaron a obsequiar frutas, cacahuates y canastitas con colación a la gente mayor. En el pasado eran canastas de porcelana que se guardaban como recuerdo, pero más tarde se hacían de palma tejida o de cartoncillo, adornadas con papel de china de colores. Hoy en día la colación se reparte en bolsas de plástico con detalles navideños.
Actualmente no todas las familias conservan las costumbres del pasado y esto se ha agudizado durante los últimos lustros. En muchas ocasiones, las posadas se han convertido en bailes de salón, donde ya no se recuerda la razón del festejo. Sin embargo, vale la pena revivir la tradición de las posadas clásicas como lo hacen en algunas vecindades o conjuntos habitacionales donde todos los vecinos colaboran, y cada quien se encarga de algún aspecto de los preparativos para hacer la ocasión lúcida y agradable. Para ello, te presentamos lo necesario para organizar una posada tradicional mexicana.