El misterio del “brujo mayor”

La casa de los Aguirre tiene las paredes plagadas de recuerdos: decenas de cuadros con fotografías, en las que destacan renombrados políticos, conviven con imágenes religiosas de Jesucristo y “La Última Cena”. Nadie imaginaría que en esa vivienda sus moradores son devotos del diablo y que todos son parte de un linaje que tiene la habilidad de acercarse al que llaman “señor de las tinieblas”.

Son las 12 del día en la ciudad de Catemaco, en la región de Los Tuxtlas del estado de Veracruz. La ciudad es pequeña; apenas unos 50 mil habitantes. Es el primer viernes de marzo y todos no hablan de otra cosa más que de brujería y hechicería.

Lejos, en la calle de Ocampo, ya para salir a la carretera hacia el Puerto de Veracruz, una familia se mantiene al margen de los festejos a pesar de que uno de sus miembros fue el responsable de que esa localidad haya saltado a la fama a nivel mundial por la brujería que ahí se práctica.

Don Gonzalo, el original

Por Catemaco abundan los hierberos, los chamanes y los hechiceros. Se puede decir que en cada calle hay uno, y todos se dicen: “El Brujo Mayor”. Pero los que saben afirman que el máximo representante de las artes oscuras fue Gonzalo Aguirre.

Su hija Isabel, una mujer que ronda los 60 años, menuda y pequeña, ha decidido seguir con la tradición. Ella y su familia no celebran el primer viernes de marzo; lo consideran un carnaval, una burla a lo que ellos hacen, que es curar, proteger e invocar al demonio para que las personas le hagan peticiones. Esas prácticas fueron el legado de don Gonzalo, y ahora luchan por preservarlas.

Luis Francisco Sánchez Aguirre es nieto de Gonzalo. Es médico cirujano. Estudió en la ciudad de México, en La Salle. En 2011 compitió para la alcaldía de Catemaco, por el PAN. Logró 28 mil votos, pero perdió.

Su madre ha continuado con la tradición y espera algún día ser el heredero. Asegura que sus creencias no chocan con su carrerea que es apegada a la ciencia. Incluso muchas de las cosas que hizo su abuelo las pudo explicar estudiando medicina.

Afirma que Gonzalo fue considerado uno de los brujos más importantes de Hispanoamérica y su magia nada tenía que ver con lo que se ve hoy. Cuenta que el primer viernes de marzo era especial, porque en esa fecha su abuelo acudía al Cerro del Mono Blanco a platicar con el diablo en su rancho, Las Ánimas.

Fue tan famoso que en uno de los episodios de la historieta Fantomas, titulado “La Laguna encantada de Catemaco”, Aguirre es el protagonista, el villano a vencer. “Se da a conocer el primer viernes de marzo gracias al acercamiento que tiene mi padre (abuelo) con Don Raúl Velasco en el programa de México”.

Todos son hechiceros

La familia Aguirre explica por qué hay tantos hechiceros en Catemaco. “No tiene que ver nada el primer viernes de marzo con Catemaco, con rituales basadas en cosas olmecas, mayas o prehispánicas. El festejo simplemente es de este siglo y del siglo XX, y nace a raíz de lo que hacía Manuel Utrera y que le enseña a Gonzalo Aguirre: el acercamiento a la espiritualidad negra con el ‘adonai’, con el ‘amigo’ como se hacía llamar”, cuenta Francisco Sánchez.

Y agrega: “Mi padre llevaba cerca de 2 mil personas en esa fecha a invocar al diablo al rancho Las Ánimas. Si existía o no, no lo sé. Pero era una creencia, cosas abstractas, cosas que no se ven. Y venían de todas partes del país y del mundo, y no era un carnaval del pueblo. La gente del pueblo no entraba al rancho, porque no era para ellos; era para gente que buscaba sanidad a sus males espirituales y sus males de brujería”.

Doña Isabel y Francisco aseguran que el legado que dejó Gonzalo estuvo a punto de perderse debido a que todos los Aguirre son católicos y tras la muerte del “brujo mayor”, pensaron que estaban haciendo mal en seguir con esa tradición. Aunado a la intervención de las autoridades estatales y municipales, que le dan el estandarte de máxima autoridad de la hechicería a quien les paga mejor.

Los Aguirre afirman que la magia de Catemaco es única. Nació en el siglo pasado y no se parece a ninguna otra, ni prehispánica, ni antillana. Es una combinación de adoración al demonio y a la Iglesia católica.

“Acaba de pasar el Miércoles de Ceniza. En Catemaco hacemos algo parecido: se toma la contra y se pone la contra. Eso es protegerse por un año de las malas cosas. Ahora caminas en el pueblo y nadie trae una contra”, dijo Francisco.

La “contra” consiste en que el hechicero corta con una navaja virgen el brazo de la persona y le echa cenizas y polvos secretos dentro de la herida, le da una pócima y con el colmillo de un animal le raya diferentes puntos de su cuerpo.

Hasta los curas creen

Isabel Aguirre atiende en un pequeño consultorio, en la parte posterior de su casa. Alrededor se observan fotos de personalidades artísticas y de la política que asegura ha sanado.

Ella es hija del verdadero Brujo Mayor, dice. Sin embargo, a diferencia del resto de los hechiceros de Catemaco su vestimenta no es estrafalaria; no tiene joyas ni túnicas, viste de manera modesta.

Las únicas personas a las que no atiende son a los narcotráficos, aunque también le negó una consulta a Elba Esther Gordillo, líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, por considerarla “una persona malévola”.

Entre sus clientes hay curas de la Iglesia católica, que van de manera habitual, de todo el país, a que ella “les dé una revisada”.

La relación en lo que hace y el catolicismo es mucha, pues las pócimas que utiliza son con base en objetos que se usan en misas católicas. “Me cuestan mucho ciertas cositas que agarro para mis cosas, que me valen muy buena lana; una piedrita me sale casi en 70 mil pesos, pero yo sé qué es y yo sé cómo la manejo”.

“He curado gente de España, de Inglaterra, de Alemania. Apenas vino y curé una niña, hija de un embajador. Vienen familiares de presidentes. Soy la única aquí”, dice.

Uno de sus más asiduos es el ex procurador general de la República Ignacio Morales Lechuga, quien le ha llevado a varias personalidades de la política “para que las cure”, dice.

Otro de los personajes que asegura ha aliviado es al cantante Saúl Hernández, que acudió cuando perdió la voz tras iniciar Jaguares.

Isabel dice que es tal su fama que los mismos curas dudan que Gonzalo tuviera pacto con el diablo, pues “nos consideran buenas personas”.