¿Cómo buscar a mi desaparecido?

La ausencia de sus seres queridos hizo que en el último sexenio deambularan de una dependencia a otra en busca de información que les pueda dar pistas para encontrarlos

Ni Diana ni Jorge imaginaron jamás que algún día la ausencia de sus seres queridos los pondría frente a grupos de personas que, como ellos, en el último sexenio han visto pasar su vida deambulando de una dependencia a otra en busca de información que les pueda dar pistas para encontrarlos.

Diana es madre de Daniel Cantú Iris, desaparecido el 21 de febrero de 2007, en Ramos Arizpe, Coahuila. Jorge, es el hermano menor de Antonio Verástegui González y tío de Antonio de Jesús Verástegui Escobedo, desaparecidos en Parras, Coahuila, el 24 de enero del 2009.

Hoy, su fatal experiencia los ha llevado a ser defensores de Derechos Humanos y capacitadores de más familiares de desaparecidos.

Aunque toda su tragedia comenzó en Coahuila, pues fue ahí donde desaparecieron sus familiares y dio inicio todo el viacrucis con las diversas autoridades para ver quién se apiadaba de ellos, hace unos días Diana y Jorge decidieron dar el primer Taller de «Desaparición Forzada: Mecanismos de Búsqueda» en la ciudad de Monterrey, donde el fenómeno de desaparecidos está creciendo.

«¿Dónde están? Tú puedes ser el próximo desaparecido», señalaba un cartel pegado al frente de uno de los salones que la Universidad Regiomontana prestó para este taller que se llevó a cabo los días 13 y 14 de julio.

Ahí, con toda la fuerza que le da haber buscado a sus familiares durante más de 3 años y medio por todo el país, Jorge Verástegui, estudiante de Derecho de tan solo 22 años, comienza su exposición.

Y es que a fuerza de buscar, ellos han tenido que estudiar leyes, casos de otros países, y hasta derecho internacional para entender su propia tragedia y lograr alguna ayuda.

Esta misma búsqueda les ha enseñado también que las leyes mexicanas tienen serias limitantes para en realidad poder encontrarlos. Una prueba es que ningún caso de desaparición forzada está tipificado como tal.

Jorge se presenta sin preámbulos y explica que FUUNDEC (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila), del cual forman parte, surgió en octubre de 2009 cuando se dieron cuenta que el número de desaparecidos estaba creciendo en el estado y las familias ya comenzaban a ser numerosas.

Para inaugurar el taller, proyecta el documental «Por una búsqueda incansable» que hicieron los estudiantes de la Facultad de Artes Visuales dela Universidad de Coahuila sobre los casos de desaparecidos en su estado. En éste, varios de los familiares explican lo que es su vida en la completa incertidumbre desde que se llevaron a sus seres queridos.

Gracias a este video, cambió el lema de FUUNDEC que hoy reza: «Por una búsqueda incansable, vivos se los llevaron, vivos los queremos». Esa frase se convertirá en la lección principal de esos dos días.

Entender para exigir

Jorge explica la definición de desaparición forzada, pues antes que nada, a todos les debe quedar claro que los desaparecidos no son personas secuestradas, ni se trata de privaciones ilegales de la libertad.

Basado en lo que dice la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas y la Convención Interamericana para la Protección de todas las personas contra Desapariciones Forzadas, (que entró en vigor el 23 de diciembre del 2010 y de la cual México forma parte), explica en el lenguaje más simple que es capaz, que la desaparición es un delito autónomo donde es ejecutada por agentes del Estado y/o grupos de personas que actúan con la autorización del Estado sin ninguna solicitud de rescate.

«El secuestro en cambio, lo comete cualquier persona pero para que sea considerado secuestro debe haber una solicitud de dinero», dice, «tampoco es una privación ilegal de la libertad porque ésta es cometida por particulares sin ninguna solicitud de dinero».

Explica que otra de las características de la desaparición forzada, es que prevalece una falta de información por parte de las autoridades o una negativa a reconocer el hecho, por lo que, como consecuencia, se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinentes.

«La diferencia entre un delito y otro (desaparición forzada, secuestro o privación ilegal de la libertad) es quién lo comete», subraya el joven estudiante, «y como la desaparición forzada la comete el Estado, que en teoría debe encargarse de darnos toda la proteccilón, pues es considerado un delito de lesa humanidad».

Actualmente, el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, reconoce al menos mil 800 casos desde el año 2000, donde se incluye desapariciones forzadas, secuestros, privación ilegal de la libertad o como se dice ‘levantones’.

FUUNDEC, por su parte, tiene registrados 258 casos documentados de desaparición forzada desde 2009 hasta al día de hoy, sólo en Coahuila. Apenas en estos días están tratando de documentar los casos en Nuevo León pues las madres de los desaparecidos de este estado quieren su FUUNDENL (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León).

Sin embargo, el panorama nacional es mucho más desolador. La CNDH estima, por ejemplo, que desde que estalló la «Guerra contra el Narcotráfico» habría unos 5 mil reportes de desaparecidos en todo el páis, además de los 9 mil cuerpos que quedarían sin identificar en este sexenio por la violencia.

Otro dato espeluznante son las más de 350 fosas clandestinas donde se cree que se encuentren otros mil 200 cuerpos. Pero la cifra sigue creciendo.

BÚSQUEDA DE VIDA

A quienes les han desaparecido un hijo, un padre o un hermano (más del 95 por ciento de los casos de desaparecidos son hombres), saben que la búsqueda se vuelve infinita e incansable.

Por lo regular la realizan casi siempre mujeres. Madres que de la noche a la mañana cambian sus actividades para buscar y buscar. Su vida se convierte en eso. Van de las agencias de los ministerios públicos, a las diferentes procuradurías, a los palacios municipales, a las colonias donde creen que pueda estar, a parajes apartados de las diferentes ciudades y hasta la Presidencia de la República.

«Yo que trabajaba cuando me desaparecieron a mi Roy me tuve que jubilar, pues debo dedicar casi todas las horas del día a eso porque si no estoy frente a un ministerio público, estoy frente al procurador, o del subprocurador, del delegado de la PGR, o escribiéndole al presidente de la República, y yendo a México para ver si allá me pueden resolver algo», asegura Irma Leticia Hidalgo, madre de Roy Rivera Hidalgo, estudiante de Filosofía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, desaparecido de su propio domicilio el 11 de enero del 2011.

Irma Leticia es una de las participantes al primer taller de Desaparición Forzada que organizó FUUNDEC en Monterrey. Todo el día no ha dejado de apuntar definiciones, historias, casos. Sigue atenta todo lo que dice Jorge, pues está ahí para aprender y saber de qué manera puede seguir su búsqueda con un poco de más éxito.

Tiene un hijo menor a Roy, pero sin dudar, dice que su vida está empeñada en buscar al hijo perdido y que no descansará hasta encontrarlo. Esa es la convicción de los familiares de desaparecidos.

«Para la madre es una parte de ella, un pedazo de su corazón», explica Jorge dentro del taller a los participantes. Como nadie, las madres presentes al taller, entienden el significado.

De la manera menos dura que se pueda, Jorge señala que la búsqueda no necesariamente significa encontrarlos con vida, y que aunque cada persona procesa de diversa manera el dolor con distintos tiempos, al final todos entienden que al menos se deben encontrar los restos de ese ser querido y tener la certeza que pertenecían a sus desaparecidos.

BUCAR CON OBJETIVOS CLAROS

Ya han pasado 5 años y 5 meses desde que Daniel Cantú Iris, hijo de Diana García Iris desapareció en Ramos Arizpe. Diana quedó tan afectada que al principio no podía dar la cara cuando se trataba de hablar de su caso.

Al principio sufría, además de dolor, de miedo. Tenía terror de hablar, de aparecer en público, temía que a sus otros dos hijos (otro hombre y una mujer) pudiera pasarles lo mismo. Se volvió paranoica.

Sobretodo porque el de Daniel fue el primer caso registrado de Desaparición Forzada en Coahuila y al ser así también sufrió una estigmatización. Le decían: «en algo andaría metido». Enfrentó como todos la indiferencia de las autoridades, la impunidad de los jueces y la crueldad de la sociedad.

Luego los casos fueron creciendo y al ver que su caso no era el único comenzó a sentir una extraña fuerza que se apoderaba de ella.

Convencida de que no le puede pasar nada peor, Diana agarra fuerzas hasta para arreglarse y salir a hablar a las demás familiares de desaparecidos, sobre cómo no desesperar en esta búsqueda.

«Nuestra lucha es de amor y resistencia. Sabemos que si esta lucha no la hacemos nosotros, no la ván a hacer las autoridades, pero solos tampoco vamos a lograr nada», comienza Diana su lección. «Por eso es muy importante hacer redes y archivos de la gente que se va uniendo en esta búsqueda».

Ella ha estudiado a detalle casos internacionales, en especial el caso colombiano, de donde ha aprendido lo que hay que hacer cuando una persona desaparece repentinamente. Lo primero, subraya, es comenzar la búsqueda en las primeras horas desde que se detecta una desaparición forzada.

«Nosotros sabemos que las primeras horas son de vital importancia, así que denunciar es lo principal y aunque nos digan que hay que esperar 72 horas para presentar la denuncia, no debemos aceptarlo, porque en ninguno de los códigos dice eso y la búsqueda debe ser inmediata».

Lo que hay que recordar, asegura Diana, es el físico de los desaparecidos, su fisonomía, tipo de huesos, músculos, si tenía tatuajes o marcas.

«A veces es inútil insistir en la ropa que llevaba el día que lo desaparecieron porque, por ejemplo, hay localidades donde todos utilizan pantalones de mezclilla y botas. Por eso es más importante recordar los huesos, que al fin y al cabo, forman parte de nuestra historia de vida, como lo son también los dientes y los rasgos».

«Tenemos que tener en cuenta también qué hacía, dónde estaba, con quién se juntaba, a quién frecuentaba cuáles eran sus amistades, sus diversiones. Todo para tener el universo de actividades de nuestro desaparecido».

Para Diana lo más efectivo es llevar la propia denuncia por escrito y hacer que en el ministerio público la sellen o la firmen.

«Yo al principio confiaba en la Procuraduría de Justicia pero pronto me di cuenta de la impunidad que existe. La verdad, las autoridades no merecen nuestra confianza por todo lo que nos han hecho».

«Por eso es muy importante preguntar siempre el nombre de quien nos recibe las denuncias, cualquier documento que llevemos es básico apuntar el nombre y la fecha. No hay que perder la información de lo que hacemos».

De sus consejos más importantes a los familiares de desaparecidos es hacer una bitácora de lo que cada uno va haciendo para encontrar a sus seres queridos para llevar el registro de todos los funcionarios que ven y lo que les dicen.

«Es típico que siempre en las oficinas nos ven como las ‘viejas locas’ por nuestra insistencia, pero no importa, uno debe seguir y creánme que se van juntando los papelitos y esto puede ser después una prueba de que el Estado mexicano no resuelva nada, pues yo podré demostrar que 20 o mil veces he ido y no se ha hecho nada, entonces eso nos dará derecho para irnos a las instancias internacionales».

«Nuestro principal objetivo es enconcontrarlos pero mientras lo hacemos debemos restablecer su identidad y respetarlos como personas que forman parte de esta sociedad, porque no sabemos si están vivos o muertos».

LA IMPORTANCIA DE LA TIPIFICACIÓN

Verástegui hace hincapié en el taller sobre la importancia de que el delito de Desaparición Forzada esté tipificado, pues hasta el momento de los 32 estados en México, sólo en ocho existe como tal, por lo que el resto de la República carece de un marco normativo adecuado para proteger a las personas de las desapariciones forzadas, es decir, como si el problema no existiera.

Al estar este delito tipificado, explica Jorge, habría un sistema coordinado de información, un registro nacional de personas, un banco de datos de ADN único de personas desaparecidas.

«Sin embargo, a lo que ahora nos enfrentamos es sólo a la burocracia, pues si nosotros denunciamos la desaparición forzada de una persona en Coahuila, pero nos enteramos de que en Durango o Tamaulipas descubrieron una fosa y avisamos a las autoridades para que vayan a buscar allá, pues la respuesta es o que no se puede, que no les toca o que hay que esperar mucho tiempo, contando que ya hayan iniciado las investigaciones y hayan podido determinar que se trate efectivamente de una desaparición forzada, de lo contrario nada se mueve».

A pesar de que ellos, como FUUNDEC han logrado sentarse con el gobernador del estado para ver todos los casos, la gran deuda que tiene el estado de Coahuila (misma que provocó el ex gobernador Humberto Moreira y la cual asciende a 33 mil millones de pesos) ha obstaculizado y parado también las investigaciones.

«En la procuraduría y en los ministerios públicos luego no tienen ni para tonner, imagínense para lo demás», señala Diana.

Jorge recuerda que cuando el secretario de Gobernación era Franciso Blake Mora, habían logrado instalar mesas de trabajo para el tema de los desaparecidos, donde también asistía el subsecretario de Gobernación Fernando Zamora.

«Desgracidamente con la muerte de ambos (11 de noviembre del 2011 en un accidente en helicóptero) todo quedó interrumpido».

Tuvieron que pasar seis meses (hasta el 30 de mayo pasado) cuando se volvió a instalar la mesa. «Ahora lo que estamos pidiendo es un protocolo de búsqueda para nuestros familiares, pues lo que queremos es un mecanismo exclusivo para buscarlos, pues ha habido ocasiones que nos quieren llevar a nosotros a las fosas para que los identifiquemos, pero nosotros no hemos aceptado porque no somos profesionales para ir a desenterrar cuerpos».

Jorge explica que el comité deberá estar conformado por expertos para hacer el rastreo de los cuerpos, pero sin funcionarios públicos del gobierno de Coahuila, pues simplemente no les tienen confianza.

«El gobierno nos ha tratado de desactivar porque sucede que nos ofrece atender por separado nuestro caso, pero a nosotros nos queda claro que los desaparecidos son de todos, esta es también nuestra tragedia nacional», afirma Diana.

Desaparición FORZADA

Una desaparición forzada ocurre cuando una persona es detenida o secuestrada por el Estado o por agentes que actúan en su nombre, y luego se niega que la persona se encuentre detenida o se oculta su paradero, apartándola así de la protección de la ley.

Cada desaparición forzada viola una serie de derechos humanos, entre ellos:

El derecho a la seguridad y la dignidad de la persona
El derecho a no sufrir tortura o trato o pena cruel, inhumano o degradante;
El derecho a unas condiciones humanas de reclusión;
El derecho a una personalidad jurídica;
El derecho a un juicio justo;
El derecho a la vida familiar;
Cuando la persona desaparecida es asesinada, el derecho a la vida.