Un enorme incendio en una prisión de Honduras provocó la muerte de más de 350 reos que quedaron atrapados en sus celdas, en la más reciente tragedia de este tipo en el violento país centroamericano donde las cárceles están sobrepobladas.
La fiscalía general había dicho que al menos 356 reos y una mujer fallecieron por el incendio, que comenzó en la noche del martes en la prisión situada en la ciudad de Comayagua, unos 75 kilómetros al norte de Tegucigalpa. La cifra subió a 359 después de que fallecieron dos prisioneros heridos cuando eran llevados a un hospital de la capital.
La cárcel, una granja penal que no era de máxima seguridad, alojaba a más de 800 prisioneros, casi el doble de su capacidad. Muchos de los reos purgaban penas relacionadas con el crimen organizado.
Después de que el fuego fue sofocado en la madrugada del miércoles, en el interior de la cárcel había cuerpos calcinados, en su mayoría irreconocibles, dijeron autoridades.
«Es un escenario terrible el que se observa en la cárcel», dijo a Reuters la jefa de fiscales del Ministerio Público, Danelia Ferrera, desde el interior del penal.
Este es uno de los peores incendios ocurridos en una prisión en Latinoamérica. Muchos reos murieron calcinados tras gritar pidiendo auxilio, atrapados en sus propias celdas, según reportes de testigos y medios.
«Escuchamos lamentos de la gente que estaba prendida en fuego», relató a reporteros un reo sobreviviente, quien dijo que tenía una mano y varios dedos fracturados. «Reventamos las láminas de arriba para poder salir», agregó.
Honduras, la tercera nación más pobre de América luego de Haití y Nicaragua, tiene la mayor tasa de homicidios del mundo con 82 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según Naciones Unidas.
El número de crímenes se ha disparado por la presencia de cárteles de las drogas de México que han extendido sus negocios hacia varias naciones de América Central.
Son frecuentes los ajustes de cuentas entre pandillas o maras que trabajan para los cárteles y a menudo éstos se repiten dentro de las prisiones, que también son escenario de motines.
DESESPERACION Y MUERTE
Mientras acongojados familiares esperaban afuera de la cárcel, los cadáveres eran preparados para ser trasladados a Tegucigalpa, donde a médicos forenses les esperaba una ardua tarea debido a la falta de personal y el estado de los cuerpos.
«Vamos a recurrir a la búsqueda de huellas dactilares en los casos que sea posible y a otros recursos como historiales dentales de los reos o si los mismos familiares pueden identificar algún tatuaje o algo particular en su pariente o el mismo uso del ADN», dijo Ferrera.
Un integrante del cuerpo de bomberos dijo que debieron llevar equipo hidráulico para expandir metal y lograr así rescatar cuerpos atrapados entre los amasijos en que se convirtieron las celdas debido al fuego.
En medio de una confusión sobre las cifras de fallecidos, medios locales reportaron que entre los muertos y desaparecidos sumaban 402 personas. Los desaparecidos serían reos que escaparon durante el incendio.
El presidente Porfirio Lobo dijo en una cadena nacional que había suspendido de sus cargos a funcionarios encargados del penal de Comayagua y a la administración las cárceles de todo el país para buscar que la investigación sea transparente.
Cientos de personas esperaban con desesperación recibir información sobre sus familiares presos, horas después de haber lanzado piedras contra la policía afuera de la cárcel. Los agentes respondieron con bombas de gas lacrimógeno.
Autoridades tenían hasta ahora dos hipótesis sobre las causas del incendio: un cortocircuito en el sistema eléctrico o que un prisionero haya prendido fuego a un colchón.
En mayo del 2004 en una cárcel de San Pedro Sula, la segunda mayor ciudad de Honduras, murieron 107 reos, y en el 2003 se registró el deceso de 78 personas en una prisión de la ciudad de La Ceiba.
Las cárceles de Honduras alojan a 12.500 reos, cuando fueron construidas con una capacidad para 6.000.
La nación centroamericana, que sufrió una crisis política tras un golpe de Estado en junio del 2009 contra el entonces presidente Manuel Zelaya, es punto clave en el tránsito de drogas hacia Estados Unidos. (Reporte adicional de Cyntia Barrera Díaz y Mica Rosenberg en México. Escrito por Miguel Angel Gutiérrez. Editado por Juana Casas, Silene Ramírez y Anahí Rama)