Por René Ibáñez
Dosis recomendada
Paralizados por la gran mancha de corrupción que dejó la administración anterior, por el desvío de recursos económicos y la inestabilidad financiera de la administración, será poco lo que podrá presumir nuestro alcalde en su ejercicio de gobierno. Imposibilitado por los compromisos políticos intrincados continuará el camino en la brecha de las equivocaciones.
Los ciudadanos no esperan nada de su gobierno, toleran como todos los días la falta de inclusión en los temas trascendentales de la ciudad. Por ello, la facilidad a la ironía obliga a la practicidad del miedo. Bienvenido el método del discurso de la política ranchera, la ocurrencia dinámica de los personajes favorecidos por quienes secuestran el progreso de nuestras ciudades mexicanas.
Para entender el contexto de nuestro retraso del desarrollo habría que situarla desde su condición exclusivamente política, pero sobre todo, de quienes la protagonizan. Entender los indicadores de la oligarquía cifrada en decisiones que favorecen solo a particulares.
Lo cierto es que los esfuerzos por mejorar Puerto Vallarta no están sincronizados, no existe un modulo integrador de los esfuerzos para que cualitativamente se den los pasos que se esperan. No existe un coordinador que recoja las inquietudes ciudadanas más allá de un problema de banqueta.
Por suerte, los empresarios vallartenses continuarán en la búsqueda de un desarrollo, miles de ciudadanos saldrán todos los días a dar la cara por su ciudad, porque no hay regidores, ni funcionarios que lo hagan de forma sustancial.
Dos años y poco más transcurrirán pronto, esperando que el próximo Presidente municipal se faje en decisiones claras para sacar a flote lo mejor de Puerto Vallarta.